viernes, 20 de marzo de 2009

Para los que saben entrar en alfa 30

Algunos ya habéis alcanzado una razonable facilidad par entrar en alfa.

Ese estado de la mente, tan especial y que es antesala del poder.

Para vosotros está escrito este texto. Leer despacio, imaginando cada escena y después intentad evocarlo paso a paso, recreando la escena y añadiendo eso que es vuestro objeto.

Si lo pedís os mando archivo de voz con su contenido, pero es mejor que cada uno elabore, personalice su relato.

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Imaginad un parque, uno de aquellos parques; que sirvieron de sitio de holganza a los poderosos de la ciudad.

Hoy ya no es ni sombra de lo que fue.


En sus mejores tiempos, un jardinero de la total confianza del amo diseñó los parterres y los setos.


El parque esta dividido por una alameda. Una parte la derecha esta dividida en pequeños parterres, con una razón matemática entre ellos. Lógicos diáfanos, transparentes. La izquierda, tiene algo de salvaje de selva. Y al fondo, se ve un kiosko pequeño. Un estanque y una pequeña cascada hoy seca.

La cascada, alegró en sus días con el rumor de sus aguas, el silencio sereno de los arboles. Jugó sinfonías con el rumor del viento e invento susurros para enamorados.


Imaginad, el vede del musgo que tapiza las piedras.

El ocre de la alfombra de hojas otoñales. Y el olor húmedo de ellas.


Un revoloteo de alas saluda vuestros pasos... y camináis lentamente hasta el espejo dorado del estanque. Dorado por las hojas de álamo que flotan en sus aguas.


Paz y silencio. En estas un chapoteo a la orilla, ¿que es eso un elfo? ¿ Un gnomo?

Es un Habitante secreto... dejad por un momento vuestra atención, miradle a los ojos, unos ojos extraños listados como ágatas. Y pedid un deseo.


Este ser, dueño del estanque dorado. De los peces, tiene el poder de evocar vuestras vidas.

Mirad donde él mira y veréis como bajo el agua bullen, como peces vuestros pensamientos, vuestros deseos. Seguidlos veréis como dejan un rastro, como un hilo de plata que teje los recuerdos. Si los recuerdos hasta esos que duelen...


Y como su contemplación lenta y tranquila os permite aceptarlos como vuestros...

Es un segundo dos, tres, cuatro, cinco. Es un ensueño.


Que os llena de paz y os deja meditar en silencio.

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